Encuentro en el cielo

Sorprendido, Dios levantó su cabeza, sin entender qué era lo que había ingresado de esa manera a su oficina.
Era un San Pedro distinto, tensionado, nervioso, nunca en la Eternidad que los unía lo había visto así. Sospechó que algo muy malo se avecinaba, luego recordó que era el Creador del Universo y nada podía escaparse de sus manos... eso lo tranquilizó.

-Pedro, ¿qué sucede que estás así? Casi no te reconozco.
-Disculpe, Señor, pero no doy más, hoy me tocó un día difícil.
-Calmate, calmate, Pedrito. Supongo que no vendrás nuevamente con el tema de las vacaciones. Sabés que nosotros no podemos...
-No, no son las vacaciones, pero podrías darme una mano, tengo que atender a todos los que van llegando al Cielo, no creas que es muy fácil. Tomar los datos, hacer las fichas, alojarlos, explicarles qué pueden hacer aquí y qué no deben hacer. Todos los días...
-Te entiendo, Pedrito, te entiendo.
-Incluso a veces te tocan tipos tan difíciles, ahora tengo uno, por ejemplo, que dice que si no lo atendés vos no habla con nadie, que él no habla con secretarios. Estoy cansado.
-Está bien, andá a descansar un rato, yo me hago cargo.

Pedro sintió que le sacaban un peso de encima, se encaminó hacia quién sabe qué rincón del Cielo. Le habían contado que hacía varios años andaba por allí un tal Gardel que cantaba que era una maravilla, pero con tanto trabajo nunca lo encontraba.
Mientras tanto, Dios se levantaba de su trono y se dirigía hacia el ingreso, acomodaba su barba añosa y pensaba quién podría requerir su presencia. Abrió lentamente la puerta, espiando en silencio al visitante. No lo reconoció, estaba de espalda, un viejo sobretodo azul, grueso, parecía demasiado pesado para él. Una bufanda algo deshilachada no podía protegerlo de los accesos de tos, resaca de años y años de cigarrillos.
Dios no pudo evitar que el desconocido notara su presencia, quizás pensó que ese hombre podría llegar a sorprenderse al enfrentarse con el Creador, pero no fue así. Por el contrario, parecía enojado con algo.

-¿Vos sos Dios? Hace más de media hora que estoy acá. El servicio es una cagada...
-Perdón, no entiendo su enojo, aquí en la eternidad el tiempo no corre, no hay reloj.
-A mí que me importa que no tengan reloj, son todos incompetentes.
-Bueno bueno, cómo estamos... ¿Cuál es su problema?
-Yo qué sé, de pronto aparecí aquí. Fui al baño, pensé que eran gases...
-¿Tiene usted idea dónde está?
-No sea chitrulo, ¿cómo no me voy a dar cuenta? ¿Pero no puede ser un error?
-En esto no hay errores, lo hecho hecho está.

Se hizo un silencio, Dios comenzó a mirar mejor a su interlocutor, vio a una persona desconcertada, nerviosa, insegura, casi con temor.

-¿A qué le temes? -preguntó el Señor.
-¿A qué mierda le debo tener miedo?
-Pregunto si hay algo que te preocupe.
-¿Siempre preguntan estas boludeces cuando alguien llega aquí?
-Ah, bueno... ¿sólo sabes contestar con otra pregunta?

El hombre sonrió, se encogió de hombros y mientras parecía buscar un celular invisible en sus bolsillos afirmó:

-¿Sabés que pasa, Barba? Son tantos años de andar haciendo preguntas...
-¿De hacer preguntas o de atormentar gente con ellas?
-Coincidamos que vos también estás preguntando una y otra cosa.
-¿Y qué tiene eso de malo? Sólo trato de saber como estás.
-Escuchame bien, yo no soy ningún tirifilo, si realmente sos Dios, lo sabés todo. Así que no me rompás las pelotas. Sí, a vos te digo, no te pongas blanco como los monos.
-Debo reconocer que me sorprende usted cada vez que abre su boca. Realmente si pasó con ese carácter por la vida es raro que esté aquí arriba y no por otro lado.
-No me jodas, vos decís el infierno, un lugar de muchísimo calor, olor nauseabundo y lleno de humo. Ya lo viví, no sabés lo que era la 230 con el pelado.
-Creo que no es lo mismo, pero coincido con lo que decís... perdón, no quise tutearlo.
-Está bien, hacelo. Nosotros somos así, vas a ver cómo nos vamos a llevar bien.
-Está bien, decime como te llamás.
-¿Empezamos de nuevo con las preguntitas idiotas?
-Carajo... no, carajo no. Por Dios... no, Dios soy yo...

Mientras Dios intentaba recomponer su temperamento, el visitante comenzó a arreglarse el pelo aprovechando una nube brillante que permitía reflejarse. No debía olvidar de preguntar el precio del spray en el cielo.

-A ver, vamos a comenzar de nuevo -insistió Dios.
-Está bien, te escucho.
-¿Creés haber ganado el derecho de estar aquí arriba?
-...
-No puedo creer que estés en silencio un instante.
-Coincidamos que no fue una pregunta idiota.
-Gracias.
-Tampoco fue brillante, no te agrandés.
-Ya me parecía mucho. Pero espero tu respuesta.
-Depende... sí, eso depende.
-¿¿¿Depende de qué???
-De con quién me compares. Viví rodeado de mucha gente.
-Es una buena forma, pero me gustaría que lo hagas vos mismo.
-Por ejemplo pasé muchos años rodeado por políticos insensibles, coimeros, corruptos.
-¿Qué más?
-Conviví con policías apretadores, torturadores, ladrones...
-¿Qué más?
-Colegas corruptos, que venden su opinión al poder de turno, verdaderos guanacos del periodismo. Juntaron la moneda mintiendo a la gente.
-Debo reconocer que no era el mejor ambiente.
-Pero traté de no entrar en eso. No agarré nunca una moneda de ningún político, traté de no quedar pegado a ningún cana. Y te juro que jamás entré en la joda de venderme con nadie.

Dios analizó que, dadas las circunstancias, no estaba tan mal. En el fondo quizás todo se resumía en un problema de mal carácter, mejor dicho un carácter de mierda.
Entonces agregó:

-Mire, perdón, mirá. Se me hace tarde...
-¿¿¿Cómo que se hace tarde??? ¿Y lo de la eternidad y los relojes que no existen?
-Pará, sos terrible. Quiero decir que tengo otras cosas que hacer. Me encantaría seguir charlando, te aseguro que no faltará oportunidad.
-Dale, así te cuento cuando le hice la nota al Papa, o la de Kissinger en el mundial 78. O cuando me retó Alfonsín...
-Está bien, está bien. Tampoco entremos en detalle...

Pero el visitante seguía enumerando sus grandes éxitos.

-Antes de retirarme, debo preguntarte qué deseas tener aquí. Al ganarte el Cielo puedes elegir algunas cosas para vivir.
-¿¿¿Lo que quiera???
-Sí, pero ten cuidado con lo que pides.
-Me gustaria tener lo que me hizo feliz allá abajo.
-¿Qué cosas?
-Me gustaría tener el Dodge 1500, el micrófono Electrovoice, el 79.., yo qué sé.
-Esta bien, que así sea. Nos vemos.
-Chau, me voy a ver si encuentro algún bar, cualquier cosa nos encontramos ahí el sábado a las 7 de la tarde. Acordate, a las 7, el sábado, en el bar.
-Si, ya escuché, el sábado.
-En el bar, a las 7.
-Sí, a las 7, en el bar.
-No te olvides lo del Dodge, el micróf...
-Ya basta, no me olvido. Te juro por Dios que no me olvido. No, por Dios no. Me volvés loco...
-Bueno, chau, nos vemos.
-Nos vemos
-suspiró Dios.
-El sábado, en el bar.
-Sí, el sábado, a las 7 horas.
-En el bar.
-Por favor, basta.

El visitante comenzó a retirarse lentamente, mientras preguntaba en voz alta si alguien sabía adónde vendían spray Ronga a buen precio.
Dios miró la incompleta ficha de ingreso, San Pedro sólo había alcanzado a escribir Hugo M...
Aún con la ficha en la mano pensó que lo mejor sería agendarse lo del sábado a las 7. Un olvido sería el principio de una pesadilla.



Volver a la página de Hugo Mario Melo