La Petardo de Echesortu
Historias de Rosario Freak

La Petardo de Echesortu (parte XIV)

     ¿Y el amor para cuándo? El amor, siempre el amor, un toque de romanticismo es indispensable, sobre todo si de sensibilidad femenina se trata. Pero atención, a no forzar cosas que no son ni alterar el sentido de estos relatos. Tampoco pretender una tesis doctoral sobre este tema, que sería harto extensa, sólo completar este punto, sin caer en los clichés que como en todas las cosas, las sociedades tienen sus reglas específicas.
     Gabriela es mujer, y como tal, quiérase o no, como diría una amiga, no puede no gustarle que le regalen un ramo de flores. Podrá disimularlo o no exteriorizarlo, no le dará importancia o simplemente habrá otras cosas más contundentes que la apasionen o seduzcan más. Pero eso no quita si de pronto un chico, pudiendo ser uno de sus amigos también, o por supuesto si el chico que le gusta se le apareciese con un ramo de flores en la mano, seguro que le ganaría una sonrisa.
     Algunos de sus amigos lo habían intentado, incluso los que buscaron sin querer o queriendo, cambiar esa categoría, para ser lo que se dice, algo más que amigo, hasta novio, por qué no. Simplemente porque ese espacio en el corazón de Gabriela ya estaba reservado. El berretín de barrio ya se le había pegado, hasta sin querer se había sorprendido imaginándose frente al altar recibiendo la mano de su amado. Para sus compañeritas había sido el sueño de sus vidas y el motivo de desvelos, no para Gabriela, pero las cosas del corazón pueden traicionar al más precavido.


      El césped del fondo de la casa de Martín estaba crecido, más cercano a ser un yuyal, pero no todavía. Estaba en ese punto justo en que si uno se recuesta en el suelo desde el frente no puede distinguirse si hay alguien allí echado. Y ahí estaba Gabriela confesándole a Martín su más íntimo secreto, porque lo tenía, y llevaba nombre y apellido.
- Me gusta Gastón - le dijo.
- ¡El puto!- exclamó Martín sin el más mínimo cuidado.
- No le digas así, o te acogoto.
- Pero si es una nena.
- Y bueno, qué querés, me gusta y no me da bola. ¿Qué hago?
     Martín giró para verla mejor, ella estaba recostada con la mirada en la nada que tenía forma de nubes, con las rodillas levantadas y separadas, justo a la altura de la línea de los yuyos. La percibió triste, aunque no había lágrimas, su voz era inconfundible. Entonces acariciándole los pechos le dijo: - Regalale un ramo de flores.


      Gabriela no dijo nada, sólo giró la cabeza y lo miró con su sonrisa de siempre.
     El diálogo fue breve, entre ellos no habría más secretos aunque el tiempo los fue distanciando. Tal vez así sea el amor, como los yuyos que crecen libremente y la gente se empecina en cortarlos para que se vean mejor y menos salvajes. Gabriela se vistió rápido, usaba esas soleras que visten al peso propio, a Martín, en cambio, le costó más subirse los pantalones sin pararse, por miedo a que lo vean. Volvieron ligero a la casa disimulando los palillos de césped que se enredan en los cabellos.


Diciembre 10, 2002 
Lista de capítulos
1 - El origen 2 - Cambios 3 - Buenas y malas 4 - Dobladillo 5 - Aromas 6 - Eureka
7 - Censurado 8 - Tilinga 9 - Exámenes 10 - Bares 11 - Diferencias 12 - El qué dirán
13 - Pelusitas 14 - Regalale flores 15 - Estrambótico Volver a Rosario Freak